
La relación entre moda y arquitectura poseen una connotación que ha sido, desde sus inicios, dos disciplinas aparentemente distantes separadas por materiales, escalas y funciones divergentes. Sin embargo, indagando en la profundidad del diseño y en la búsqueda de la estética, del equilibrio y la proporción, ambas disciplinas se encuentran compartiendo un lenguaje que trasciende lo tangible.
Casualmente lo he vivido y observado de forma directa: el diseño de moda y la
arquitectura, a pesar de sus diferencias materiales y funcionales, comparten un
lenguaje universal artístico. Ambos conceptos se esfuerzan por crear
experiencias estéticas, buscando la armonía, la proporción antropométrica y la
belleza. Es así que, si lo relacionamos de otro modo. La moda, con sus siluetas
y texturas, dialoga objetivamente con la arquitectura a través de volúmenes y
superficies.
Dicha conexión correlativa no es solo abarca aspectos teóricos
y cabe recalcar que estos tienen como base a la antropometría. Hipotéticamente
la moda se manifiesta en pasarelas, dentro de edificios (escaparatismo), en exposiciones
de vanguardia donde las prendas parecen estructuras y los edificios vestidos.
Es un lenguaje que va más allá de la palabra: un lenguaje visual, táctil y
emocional.
Diseño, proporción y estética: pilares comunes
Al igual que la antropometría, si algo comparten estas 2
disciplinas es su obsesión por la proporción. Ambos campos han heredado los fundamentos
clásicos del diseño tales como la proporción áurea, la simetría y el equilibrio
expresivo entre forma y función. Ya sea al diseñar una prenda o un edificio, ambos
tipos de creadores estudian cómo estos elementos se relacionan entre sí y con
el entorno.
Es así que, los arquitectos utilizan planos, escalas y
maquetas para anticipar cómo sus diseños convivirán con la luz, la sombra, la
temperatura o con la fenomenología del movimiento humano. Por otra parte, los
diseñadores de moda hacen lo mismo, pero con los diferentes estereotipos del
cuerpo como punto de partida.
La caída de una tela, la rigidez de una costura, el ajuste
en la cintura. Todo se calcula con precisión para lograr una estética que no
solo se vea bien, sino que también se sienta excelente bien. Esta búsqueda por
la “belleza funcional” convierte a estos dos en ejercicios meramente
artísticos: la arquitectura como arte habitable, y la moda como arte vestible.
El cuerpo y el espacio: un diálogo en constante evolución
Cuando hablamos específicamente de arquitectura, la mayoría puede
adjudicar a esta especialidad con construcciones grandiosas, estéticamente
hablando. Y cuando hablamos de moda, generalizando un poco. Probablemente se tenga
un enfoque únicamente hacia pequeños objetos que llevamos encima, ya sea bolsos
o artilugios caros, etc. Sin embargo, ambas tienen como eje central al ser
humano. La arquitectura lo rodea; la moda lo envuelve.
Esta conexión profunda se manifiesta en la forma en que
ambos campos utilizan el espacio, la luz y la sombra para generar impacto y emoción.
Piensa en un vestido que cambia de color según cómo le da la luz. Ahora piensa
en una fachada que proyecta sombras móviles a lo largo del día. En los dos
casos, hay un diseño que interpreta el movimiento y el paso del tiempo.
En mi corta experiencia, la moda y la arquitectura, en su
esencia, son expresiones artísticas que buscan trascender lo funcional para
llegar a lo sublime, creando un diálogo continuo entre el cuerpo y el espacio,
entre el vestir y el habitar. Y ese diálogo interno, cuando es honesto y
creativo, genera piezas inolvidables que hablan tanto de la cultura como de la
época.
Volumen, textura y estructura: materiales de conexión

Más allá del diseño conceptual, la moda y la arquitectura se
tocan literalmente a través de sus materiales. Hoy más que nunca vemos vestidos
que usan concreto, si así como lo lees, incluso acero o fibra de vidrio,
mientras que edificios imitan la fluidez de la seda o los pliegues de una
falda.
Esta convergencia se potencia con ayuda de tecnologías
disruptivas como materiales textiles arquitectónicos para crear fachadas paramétricas
adaptables al clima, o como las últimas colecciones de ropa deportiva para mujer
que incorporan tejidos inteligentes como respuesta a los factores naturales que
provocan la temperatura corporal, optimizando así la flexibilidad durante el
movimiento o regulando la humedad corpórea.
Específicamente, para una colección de ropa deportiva para
mujeres de alto rendimiento, esta hibridación es de lo más importante: diseñadores
y arquitectos exploran juntos texturas, pesos y transparencias, transformando
propiedades técnicas en narrativas que superan lo estético. No es casualidad
que los materiales que revisten rascacielos hoy definan la próxima generación
de leggins y tops deportivos.
Casos icónicos donde la moda se viste de arquitectura
A lo largo de la historia actual, algunos de los momentos
más impactantes del diseño han sido aquellos en los que la moda adoptó los
principios arquitectónicos. Me refiero a casos indelebles donde no se trata
solo de ropa inspirada en edificios, sino de verdaderas estructuras portables.
Uno de los referentes más evidentes es la colección de
Hussein Chalayan, quien fusionando moda con tecnología, en más de una ocasión
ha presentado vestidos que se transforman mediante mecanismos integrados, como
si fueran estructuras plegables. Chalayan, pensador de la moda, es un ser
creativo conocido por su enfoque científico y arquitectónico, y sus obras
suelen desafiar lo que entendemos por ropa.
En este sentido, Alexander McQueen también cruzó esa línea.
Muchas de sus colecciones jugaban con el volumen extremo, con estructuras que
recordaban tanto a gárgolas como a bóvedas góticas. Su colaboración con
arquitectos y su inspiración en estructuras orgánicas y clásicas lo convirtieron
en un ícono de la moda-espacial.
Issey Miyake y su serie “Pleats Please” es otro ejemplo
donde la textura y la repetición geométrica dan lugar a prendas que parecen
construcciones vivas. Su trabajo con materiales tecnológicos y procesos
industriales es paralelo al trabajo de muchos arquitectos contemporáneos.
Cuando los arquitectos diseñan moda

Pero la influencia de la moda también corre en sentido
inverso. Algunos arquitectos han dado un saldo de fe directamente al mundo de
la moda, demostrando que los principios que aplican a gran escala también
pueden traducirse a una prenda de vestir aparentemente simple.
Zaha Hadid, por ejemplo, colaboró con marcas como United
Nude o Chanel, creando zapatos y accesorios que desafiaban la gravedad. Su
estilo curvo, futurista, casi líquido, encontró una nueva forma de expresión en
la industria de la moda.
Peter Marino, arquitecto estadounidense relacionado por su
experiencia en diseño considerado de lujo, ha sido responsable de diseñar las
boutiques de Chanel, Dior, Louis Vuitton. Pero su enfoque disciplinario abarca más
allá de la arquitectura comercial, Marino aparte de vestirse bien, integra el
arte de vestir en cada espacio, muchas veces con instalaciones o diseños que
bien podrían llevarse puestos.
En estos casos mencionados, se hace evidente que no hay una
barrera clara entre “arquitecto” y “diseñador de moda”. Ambos trabajan con la
forma, con el vacío, con la expectativa estética visual y funcional. Esos
interventores entienden el poder de una primera impresión.
Innovación e inspiración mutua: un ciclo creativo
La moda y la arquitectura se inspiran mutuamente, creando un
ciclo incesante de innovación y creatividad. Durante este escrito, puedo
deducir ampliamente que cada prenda de vestir o cada edificio imponente, es una
declaración de intenciones, una respuesta a las tendencias y a las necesidades
de época.
Retomando lo aprendido hasta ahora, la arquitectura observa
los materiales flexibles que adopta la moda para resolver problemas de
movilidad, sostenibilidad y eficiencia. La moda, a su vez, adopta la
racionalidad del diseño arquitectónico para estructurar prendas que escapan del
ornamento y se convierten en conceptos disruptivos portables.
Vivimos una era en la que las colaboraciones
interdisciplinarias no son una excepción, sino una expectativa. Proyectos como
los de Iris van Herpen con diseñadores industriales, o las instalaciones
efímeras de moda en museos de arquitectura, prueban que el futuro del diseño
está en la mezcla, en el cruce, en la contaminación creativa.
Más allá del vestir y del habitar
La influencia entre la moda y la arquitectura es palpable,
un testimonio del poder del diseño para enriquecer nuestras vidas. Simultáneamente
dichas especialidades están dejando de ser “formas de crear objetos” para
convertirse en experiencias. En realidades inmersivas que habitamos y llevamos
puestas.
Y mientras más se integran mutuamente, más entendemos que el
diseño no es exclusivo de una escala, un material o un uso. Es una forma de
pensar el mundo. De imaginar lo que aún no existe.
En ese sentido, vestir o crear edificaciones son
manifestaciones de un mismo impulso humano: el de crear belleza con sentido,
hacia metas que importan. El de imaginar futuros posibles y hacerlos realidad,
ya sea sobre el cuerpo o sobre la tierra. Y tú ¿Qué opinas? Crees que
efectivamente podemos relacionar la moda con arquitectura o no es más que una paráfrasis
social con contextos de desarrollo creativo similares.